Jesús Arrúe nació en Valencia, en el céntrico barrio de Velluters, en el seno de una gran familia, donde las artes plásticas siempre estuvieron presentes, porque desde muy joven es un don que desarrolla.
De su abuelo paterno hereda su entusiasmo por el arte, que fue un gran artista tanto en la escultura como en la escritura y las artes plásticas.
Su adolescencia está marcada por la música y el estilo de los 80 y 90, y sus artistas favoritos fueron David Bowie, Madonna, John Lennon, … Estas influencias son las que hoy en día lo invitan a plasmar los rostros de las estrellas del rock, del cine, … en sus lienzos.
En el ámbito más personal hablaríamos de una adolescencia y juventud atormentada, marcada por sus indecisiones y descubrimientos de su identidad, buscando en el arte poder gritar al mundo una condición sexual oprimida durante mucho tiempo. Una juventud complicada, a veces excesiva, que permitió abrir el alma del artista.
Durante sus estudios obtuvo un título honorífico en dibujo en el Colegio Cervantes.
Estudió psicología, lo que le permitió estudiar a fondo el carácter de las personas. En la práctica estudió diversas personalidades con: esquizofrenia, bipolaridad, depresión, euforia, miradas que le marcaron y le siguen marcando a la hora de expresar así su esencia en los lienzos, aunque nunca ejerció como tal, porque su pasión era el arte.
A lo largo de su vida combina múltiples trabajos con la pintura. Llega a trabajar de camarero en discotecas durante varios años, fueron trabajos duros donde a altas horas de la noche cuando regresaba a su casa soltaba en los pinceles sus mayores reproches, hasta que decide dedicarse de lleno a su pasión que es el arte, encontrándose de nuevo a sí mismo.
Artistas como Lucian Freud, Francis Bacon, Egon Schiele, con un patrimonio artístico tan importante son sus grandes influencias.
El artista se define a sí mismo como “el pintor de las miradas” y en sus procedimientos expresionistas encontramos que utiliza diversos materiales, predominantemente el óleo y el acrílico. Este pintor está siempre en continuo aprendizaje y disfruta utilizando nuevas técnicas en cada una de sus obras.
Como artista no pretende ser fiel a la imagen de los personajes, sino a los sentimientos que transmite en las miradas que pinta: profundas, vividas, decadentes, con pasados extremos y valientes como el del artista.
Sus obras transmiten sobre todo sentimientos. De sus obras emana el fondo sensible, la fuerza de sus personajes, un conjunto de sensaciones que no dejan indiferente, para entrar en todo lo que el pintor quiere mover, colocándose delante de la obra y dejándose llevar.